Amistades.
Paseamos por nuestras miradas y atropellamos al tiempo. ¡Qué dulce sensación me recorría por el cuerpo! Un instante en la inmensidad del universo, un segundo volcando nuestros pensamientos, palabras teñidas del color de la amistad… no hacía falta nada más. La sencillez de unos ojos que veían más allá de mi ser, una sonrisa que encerraba un millón de sueños, gestos tiernos en cada frase. Un cariño incondicional que se alimentaba de recuerdos. La fantasía de dos niños que dejaron marcadas su huellas en el viento. Y las agujas del reloj se detuvieron. Un saludo fraternal y en nuestros corazones, moríamos por volvernos a besar.