Desde mi ventana.

Aquí me encuentro, saturada de cifras que suman y restan y de noticias que hacen muy complicado pensar en positivo, pero no imposible. Esta situación que estamos viviendo, que ha sacudido nuestras vidas, nuestra forma de ser y nuestro comportamiento, que ha cambiado nuestros hábitos, que nos ha enseñado a lavar a conciencia nuestras manos, a mantener distancias que no deseamos pero que son necesarias, a hacer de balcones y ventanas puntos de encuentros solidarios, y que nos está enseñando a dar valor a aquello que de verdad lo merece. Ahora, que tomamos conciencia de la importancia que tiene la salud ese preciado tesoro y, también la libertad. Y, estas dos, más que ninguna otra porque, faltando esas, de muy poco vale todo lo demás.  
Y evitando mencionar aquí, en este espacio tuyo y mío, a aquellos incapaces de atender las recomendaciones y exponer así su salud y lo que es peor, la salud de quienes les rodean. Te diré que me sorprende la manera en que lo estamos llevando. Me sorprende de todos aquellos que se quedan en casa y esto, me hace sentir que, cuando nos lo proponemos, podemos mostrar nuestra mejor versión, tanta empatía y solidaridad que emociona dentro.
Sé que no es nada fácil, y que llegaran días que de forma inevitable nos vengamos abajo, pero sin duda volveremos a levantarnos, por nosotros y por aquellos que ya no estarán entre nosotros. Y por eso, cada día a las ocho en España, desde donde te escribo, salimos a balcones y ventanas a aplaudir de corazón a quienes lo están dando todo, incluida su salud física y mental, para que salgamos adelante, para vencer en esta guerra que deseo acabe más pronto que tarde. Hagamos lo posible por hacer más fácil su trabajo, no todos tienen la suerte, porque en estos momentos es una suerte, de poder permanecer en casa. Hay pequeñas acciones que nos hacen grandes.