Me enamoré.

Sí, descubrí al fin esa sensación de la que tantos hablan, sobre la que innumerables poetas y escritores han dedicado tantas líneas, tantas horas…
Me enamoré. Y fue como dicen. Como tocar el cielo estando con los pies firmes en tierra. Como flotar mientras el tiempo se detiene.

Sí, me enamoré de su sonrisa que llena el alma y cura heridas. De sus ojos que te muestran el firmamento y sus estrellas, si te detienes a observarlos más allá de sus pupilas.

Me enamoré. Y me sentí completa en aquel instante.

De su tacto al tomar mis manos para ayudarme a levantarme cuando había caído en la tristeza más absoluta. De cómo me hacía sentir a su lado…de cómo llenaba mis vacíos con su risa.

Me enamoré. De su pasión desbordante por la vida. De su asombro ante lo nuevo y lo viejo, ante los más diminutos detalles. De cómo en ocasiones, escondía su propio dolor para hacer sonreír a los demás. De la libertad de su espíritu.

Y sí, también de sus miedos, de sus manías, de sus cicatrices, de su genio a raudales y de su impuntualidad. De su locura sin fin, de sus bailes, de cómo prefiere sentir la lluvia sobre su piel y su cabello, dejando el paraguas de lado. De sus ganas de perderse en ciudades aún por descubrir y de sus viajes sin más equipaje que un cuaderno de notas y un libro.

De sus lágrimas, sus innumerables sonrisas y de su rebosante amor.

Me enamoré…y fue en aquella mañana que comencé a observar al fin dentro de mi.
Marta en Esencia

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