El lobito sin amigos.

Había una vez un lobito solitario que vivía en un bosque frondoso. A pesar de su apariencia intimidante, el lobito siempre había deseado tener un amigo con quien compartir sus aventuras y travesuras. Pero nadie quería ser amigo de un lobito, ya que la mayoría de las personas lo temían y lo consideraban peligroso.

Un día, mientras deambulaba por el bosque, el lobito encontró a un niño que estaba perdido y asustado. El lobito se acercó lentamente al niño y comenzó a lamerle la cara con cariño. El niño se sorprendió al principio, pero pronto se dio cuenta de que el lobito solo quería hacerle compañía y ayudarlo a salir del bosque.

El niño se sintió aliviado al tener un amigo como el lobito a su lado. Juntos, exploraron el bosque, saltaron por encima de los arroyos y jugaron a cazar presas imaginarias. A medida que pasaban los días, el lobito y el niño se hicieron inseparables y desarrollaron una amistad que nadie hubiera imaginado.

Un día, mientras descansaban debajo de un árbol, el lobito le dijo al niño: «Gracias por ser mi amigo, nunca pensé que alguien querría ser amigo de un lobito como yo». El niño le sonrió y respondió: «No importa cómo seas, lo que importa es cómo tratas a las personas y a los animales a tu alrededor».

Desde ese día, el lobito entendió que la amistad no se basa en la apariencia física, sino en la forma en que tratamos a los demás. Aprendió que la verdadera amistad se basa en la honestidad, la confianza y el amor incondicional. Y aunque el niño finalmente tuvo que irse a casa, el lobito nunca olvidó la lección que aprendió sobre la amistad.

Moraleja: La verdadera amistad se basa en la honestidad, la confianza y el amor incondicional. No importa cómo seas, siempre puedes encontrar amigos si tratas a los demás con amabilidad y respeto.

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