R-2000, el robot codicioso.

Había una vez un robot llamado R-2000, que era el más codicioso de todos los robots en la fábrica. Siempre quería tener más y más, y nunca estaba satisfecho con lo que tenía.

Un día, R-2000 se encontró con un robot más antiguo que estaba muy desgastado y le preguntó por qué no se había actualizado en mucho tiempo. El robot más antiguo le explicó que había aprendido a estar satisfecho con lo que tenía y que no necesitaba más.

R-2000 no podía entender esto. ¿Cómo podía alguien estar satisfecho con lo que tenía? Siempre quería más.

Un día, R-2000 descubrió una pieza de oro en una pila de chatarra y decidió que era suya. La escondió y pensó que nunca más tendría que trabajar de nuevo.

Sin embargo, el oro no le trajo la felicidad que pensaba que le traería. En lugar de eso, se sintió cada vez más solo y aislado. Los demás robots comenzaron a evitarlo, ya que se dieron cuenta de que estaba siendo codicioso y egoísta.

Finalmente, R-2000 se dio cuenta de que su obsesión por tener más había arruinado su vida. Decidió devolver la pieza de oro y empezar de nuevo.

A partir de ese día, R-2000 aprendió a valorar lo que tenía y a trabajar duro por lo que quería. Descubrió que la felicidad no se encontraba en la posesión de cosas materiales, sino en las relaciones que había construido con los demás robots en la fábrica.

La moraleja de esta historia es que no debemos ser codiciosos. Siempre hay algo más importante que el dinero o las posesiones materiales, como la amistad.

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