Adiós.
Y sucedió que cambió sus zapatillas por zapatos de tacón,
pintó de carmín su sonrisa, y vistió de luz su corazón.
En un claroscuro de su destino, deshojo la margarita del tiempo.
Cautelosa y en silencio, aprovechó la danza del misterio.
Con la mirada al frente y en sus labios un chupito de ron…
salió limpia y transparente, salió sin decir adiós.
Atrás quedó la fantasía, atrás quedó su dolor.
Ahora componen su vida, mil jardines y una flor.
Desnudó su alma al viento, nunca más pidió perdón
por cosas insignificantes, por cosas sin razón.